Hace ya mucho tiempo, que habitaban los bosques las Hadas y las Ninfas,
convivían en natural armonía y de acuerdo a unas muy estudiadas leyes. Tanto las Hadas cómo las Ninfas eran libres de hacer cuanto quisieran en el bosque, pero sólo había una prohibición: tener contacto con los humanos.
Pero, como viene ocurriendo en la historia, los jóvenes no quieren acatar ciertas leyes y aquí no podía ser de otra forma: En aquel bosque vivía una hermosa y joven ninfa llamada Adae,
Adae era curiosa por naturaleza, y cuando empezó a escuchar extraños ruidos al otro lado del bosque no pudo contener su curiosidad y se acercó para ver de donde provenían.
Se trataba de una cuadrilla de hombres, leñadores que talaban indiscriminadamente, todos los árboles que se hallaban en su entorno.
Adae, pronto fijó su mirada en un joven y bien parecido leñador que se llamaba Daniel, durante muchos días, Adae se acercó para ver a Daniel, escondida tras los matos que sobresalían del camino que llevaba hasta ellos, no se atrevía a que la vieran por miedo a la ley que existía que prohibía el contacto con los humanos. Pero fue cogiendo confianza, cada vez más y, de repente mientras ella se disponía a verlo fue vista por Daniel.
La ley de las Hadas decía que si una Ninfa era vista por un humano, no podría marcharse de su lado hasta que este la diera su permiso, Adae le rogó que la dejara marchar y él la complació pero no sin antes hacerla prometer que volvería al día siguiente. Así, cada día, al amanecer, Daniel y Adae, se encontraban junto al arroyo.
Poco a poco se fueron enamorando y mantenían su relación en secreto, pero ya sabemos todos que los secretos no son duraderos, y llegó a oídos de las hadas, que eran las guardianas de las leyes del bosque, esta relación. Fue convocada una asamblea urgente entre Ninfas y Hadas, para debatir cual era el castigo que merecía la conducta de la Ninfa.
Dicen que la que no cumplía las leyes había de perder su alma inmortal por tan grave falta y por ello, Fraeshi, la reina de las Hadas, tomó una determinación; dio a elegir a Adae entre dos diferentes destinos: O perdía su alma inmortal, o podía optar por convertirse en una criatura del bosque.
La que ella quisiera y podría renacer una y otra vez hasta que fuera perdonada su falta, Adae decidió ser convertida en una libélula para estar cerca de los carrizos y del arroyo en el que había sentido tan profundo amor. Fraeshi se lo concedió y por su belleza la convirtió el Libélula dorada, que es la más hermosa de las libélulas.
Por eso cuando veas una Libélula Dorada, piensa que es una Ninfa enamorada.