viernes, 20 de julio de 2012

El perro, el mejor amigo.


A veces sientes que no tienes amigos, sientes como te fallan, sientes las peleas y discusiones. Creo que realmente no hay amigos para toda la vida, los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de una mano y a veces te quedas sin dedos. Puedo decir que mis perros, mis mascotas son realmente mis verdaderos amigos, cuando estás mal lo notan y vienen a dónde estás, te lamen y no se despegan, por lo que siempre puedes contar con ellos; puedes no preocuparte por lo que piensen y digan de ti, porque siempre serás su dueño, su familia, la persona a la que admira y respeta;  saben perfectamente tus estados de ánimo y tus costumbres, como por ejemplo cuando te pones esos tenis que sólo utilizas para ir al monte o cuando lo vas a sacar a pasear, entonces se ponen eufóricos hasta que salen de la casa; saben cuando estás enfadada porque o no se te acercan o sólo te lamen con tal de que los perdones; te agradecen lo que haces por ellos dándote tanto cariño y acompañándote siempre vayas donde vayas…Y cuando se van sabes que no estará contigo en vida pero si te cuidará desde donde esté.
Uno de los casos más bonitos de esta amistad es la de Hachiko,un perro Akita; su dueño un profesor de la universidad de Japón lo adoptó, y desde entonces cada vez que iba a trabajar ,Hachiko siempre lo acompañaba hasta la estación en dónde él cogía su tren con destino a la universidad, cuando terminaba volvía y su amigo fiel se encontraba sentado esperando. Era un amor mutuo, devoción…hasta que un triste día Hachiko acompañó al profesor hasta la estación, pero nunca volvió, al profesor le había dado un paro cardíaco. Desde ese momento muchos veían a Hachiko esperando a su adorado amo, iba todas las mañanas y noches con el fin de encontrarlo; muchas personas le habían traído mantas y comida por el frío invierno, la gente se volcaba con él, pues no molestaba sino que guardaba la esperanza de que la única familia que tenía volviese junto a él. Hasta que falleció él también, su cuerpo fue encontrado frente a la estación, tras esperar infructuosamente a su amo durante nueve años. Sus restos fueron depositados en una caseta de piedra que se construyó al pie de la tumba del profesor, y hasta se le hizo una estatua a la que apodaron como “el perro fiel”.